A LA MEMORIA DE UN HOMBRE ILUSTRE Y BONDADOSO
Hace ya algunos años quise saber del hombre que hace
posible que cada día se cumpla mi ilusión: la de educar, el de estar al lado de
mis alumnos/as, el sentirme orgulloso de compartir con ellos, el saber, la entrega y el entusiasmo.
Para ello, recurrí a todo tipo de información, oral u
escrita, pero sólo me daban pinceladas de esa persona y sin embargo, esperaba
más, mucho más. Por último, me acerque con cierta ansiedad al último rincón que
me quedaba por desentrañar y a pesar de mi esfuerzo, no encontraba nada, hasta
que descubrir un manuscrito detrás de unos libros, lo cogí y sentí un cierto
sobresalto, soplé y el polvo invadió la sala, lo abrí y comencé a leer: “Badajoz 14 de octubre de 1779
mi amigo Calixto acababa de nacer. Sus padres:
don Felipe Payan Rubio, natural de Torrecilla de Cameros (Logroño) y su madre
doña María de la Candelaria y Laguna natural de Plasencia que procedía de una de las familias nobles de la
ciudad, los “Vargas”, que dio a esta tierra y a
Extremadura, hombres ilustres: como el obispo don Guitierre Vargas
Carvajal o don Vicente Vargas Laguna, mariscal de campo de los Reales Ejércitos
de su Majestad o a don Antonio Vargas Laguna, embajador en la Santa Sede. Ambos
eran tíos de don Calixto.
Recibió su bautismo en la Santa Iglesia Catedral de
Badajoz, el 17 de octubre de 1779 con el nombre de Calixto, José, Antonio y
Ramón Payan y Vargas.
Mas tuvieron que pasar muchos años hasta que nos conocimos
pero aquel día, fue muy especial. D. Calixto era ya el II Marques de la
Constancia y había tenido que venir a Plasencia, para hacerse cargo no sólo de
la herencia de su familia sino además de sus 3 hermanas (Agustina,
Dolores y Francisca) y de Antonio, el único hermano que le vivía ya que José
había fallecido muy joven.
Nuestro
encuentro tuvo lugar el 13 de julio de 1830, cuando el marques contaba ya 51
años de edad. Su ama de gobierno, doña Soledad Peroni (con quien luego se
casaría el 28 de julio de 1863 cuando ya contaba 84 años de edad y doña Soledad
76 años, a las 20,20 horas en su casa y dentro de su habitación), me había traído su carta
citándome para esta fecha en su casa palaciega de los Vargas (esa casa me
atraía muy especialmente no sólo por la belleza del edificio y sus vistas, sino
también, por los hombres santos como San Pedro de Alcántara y obispos ilustres
y letrados como don Gutierre Vargas de Carvajal que vivieron en ella)
Acompañado a su estudio por su ama, allí mientras esperaba,
contemplaba las medallas de honor que don Calixto que había recibido durante su
vida militar sirviendo en el regimiento de Caballería de Húsares de María Luis,
durante la Guerra de la Independencia contra los franceses. Así como sus
títulos militares, el de Teniente Coronel de Caballería del segundo Regimiento
de Húsares de Extremadura. Posteriormente en uno de los muchos y grandes
momentos que pasamos juntos, me comunicaría que estuvo prisionero más de un año
en Badajoz y de ahí su salud endeble (que le acompañaría hasta el final de su
vida).
Del
primer encuentro recuerdo la amabilidad y la educación con la que me recibió y
la confianza que me demostró al hacerme valedor de llevarles todas sus cuentas
y sus asuntos familiares, incluso con el tiempo tuve que firmar en su nombre,
ya que don Calixto Payan y Vargas, II Marques de la Constancia y Vizconde del
“Barrado”, padecía una enfermedad nerviosa, con tos y calenturas que en muchos
momentos le impedía moverse.
Él era consciente de su delicada
salud y parecía que presentía el final de sus días y no quiso marcharse sin
quedar dispuestas sus últimas voluntades que tenían mucho que ver con los
pobres y niños de esta ciudad. Así dejaría 10.000 reales, para las 100 familias
más necesitadas y merecedoras. Además indicaba las disposiciones para la
fundación de un colegio para niños huérfanos, al igual que había hecho ya su
amigo el marques de Mirabel. De lo que soy testigo y firmé el 27
de marzo de 1862.
Dos
años más tarde, se agudizada su enfermedad y más, tras el fallecimiento de su
mujer, Doña soledad Peroni.
Don
Calixto Payan y Vargas moría de una apoplejía sanguínea el 31 de diciembre de 1864 a las once y media de
la mañana.
Tres
días fueron de luto y durante este tiempo muchas fueron las
muestras de cariño y de gratitud. Sin embargo, para mí suponía la pérdida de un
gran amigo, de una gran persona y todavía me quedaba algo más por descubrir, al
abrir el cajón de su mesa-escritorio, encontré escrito de su mano temblorosa
unos versos que decían: “... ¡Oh, Maestro!,
que no busque yo tanto ser consolado como consolar; ser comprendido, como
comprender; ser amado, como amar. Porque dando es como se recibe; olvidando,
como se encuentra; perdonando, como se es perdonado; muriendo, como se resucita
a la vida eterna... “.
No pude seguir más, mis lágrimas empañaron
mis ojos y nada ya me consolaba…
Yo D.
Joaquín Silos Guillén.
(Escrito
por Alfonso Párraga Sánchez, antiguo alumno, profesor y primer director seglar
de este gran colegio: “San Calixto”)
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