LA
LEYENDA DE RACHA RACHEL O EL CASTILLO DE PEÑAFIEL.
(Extraída
del libro de Rafael Alarcón: “La otra España del Temple”. Ed. Martínez Roca)
Cuenta la leyenda que por esta tierra nuestra de la alta Extremadura,
entre la sierra de Gata y la frontera portuguesa, se encuentra el río Erjas y,
sobre una de sus riberas existe un pico en donde se halla el castillo de
Peñafiel también llamado de Racha Rachel como así se le conocía en tiempos de
moros y templarios. Era en esta época llena de mitos, de leyendas, de caballeros
andantes y de hechiceros, cuando existía una gran nigromante llamada Miriam, la
“egipcia”, quién vivía en un palacio subterráneo encantado y que acostumbrara a
quienes por allí merodeaban, llevárselo por medio de poderosos hechizos,
haciéndoles servidores suyos y manteniéndoles a su lado mediante
encantamientos.
En
una de tantas incursiones que los caballeros cristianos hacían en tierras
moras, nuestro joven e ingenuo caballero templario, Leafar, envuelto por los
encantos de una bella doncella que resulto ser la temible hechicera quién por
medio de reclamos mágicos lo atrajo al interior de fatal morada. Allí
permaneció el joven durante largos años, sirviendo como uno más, a veces como
criado y otras como juguete de nuestra hechicera.
Cuando
nuestro caballero estaba a punto de rendirse a tal fatal destino, llegó al
palacio encantado una joven mora de nombre Rachel, cuya belleza había cautivado
a nuestra bruja sin saber que ésta iba a ser su perdición.
El
amor inundó los corazones de ambos jóvenes y esta fue la fuerza para su
libertad. Durante años el joven templario había ido sustrayendo cada día un
poco de oro que la bruja atesoraba, escondiéndolo bajo una piedra del bosque
donde solía ir en busca de leña o caza sujeto a una cadena invisible que lo aprisionaba.
Con
una parte de dicho oro, el caballero forjó un anillo y lo puso en el dedo de la
hermosa Rachel, al tiempo que pronunciaba una fórmula mágica que había leído en
los libros mágicos de Miriam, pero que a él no le había hecho efecto, sin embargo
la joven mora quedó desencantada pudiendo huir y con el oro sustraído Rachel
construyó un castillo sobre la peña más alta que dominaba el río. Se dedicó a
estudiar todas las ciencias con un propósito liberar a su amado Leafar. Éste
entre tanto había logrado adquirir de la biblioteca del palacio encantado todo
el conocimiento mágico y plasmándolo en unos libros que entregó de forma oculta
a Rachel quién seguía libre a pesar de los intentos de encantamientos de
nuestra bruja, gracias al anillo de oro y a su hechizo.
Ésta
envió con un gato sabio a nuestro joven la fórmula para romper su
encantamiento; el caballero la recitó en voz alta y entonces, el palacio, se
deshizo y él se encontró en medio del bosque al lado de la piedra en donde
escondía su tesoro. Sin embargo Rachel, se olvidó de comunicar al gato sabio el
lugar en dónde ella se hallaba a fin de que su amado la encontrarse.
El
caballero lleno de tristeza y de esperanzas iba preguntando a las gentes por
los caminos: ¿Dónde está Rachel?, a lo que respondían “Racha Rachel, no sabemos
quién es” y nuestro joven caballero se iba desconsolando hasta que un feliz día
al atravesar un bosque de zarzas, descubrió no lejos una peña sobre la que se
alzaba un castillo; en la linde del bosque encontró una dama a la que hizo su
pregunta: ¿Dónde está Racha Rachel? Pues nadie sabe dónde está ni quién es”, a
lo que la joven contestó sonriendo: ”¿Racha Rachel?, ella sabe quién es”, al
tiempo que señalaba hacia una hermosa doncella sentada sobre una roca.
Cuando
se acercó a ella, veloz por obtener la respuesta deseada, pudo ver que no se
trataba de otra que de su amada Rachel, la cual iba cada día a esperarlo allí,
pues sabía por las estrellas que ése sería el lugar de su encuentro.
Rachel
y Leafar vivieron para siempre en el castillo, que en su memoria de la bella
mora y de la fidelidad mostrada por su amado templario recibió indistintamente
los nombre de Roca de Rachel y Peñafiel.
Todavía
hoy en las noches de luna llena dicen que pueden verse sus espíritus vagando
entre las ruinas; pues gustan de volver aquí para recordar los años de pasada
felicidad, siendo tradición que si una pareja de enamorados logra verlos serán
dichosos eternamente, como ellos lo fueron...
(Imagen extraída de: www.viajarporextremadura.com/)