Hola a tod@s acaba nuestro
septuagésimo séptimo día y seguimos resistiendo.
Un día más, un día menos (31/5/2020)
En un momento
histórico en el que ciertas ideologías y políticas discriminatorias, con
fuertes referencias a un pasado mezquino, se están reactivando en todo el
mundo, llega un virus que nos hace experimentar que, en un instante, podemos
convertirnos en los discriminados, los segregados, aquellos atrapados en la
frontera, los que traen enfermedades. Incluso si no tenemos la culpa. Incluso
si somos blancos, occidentales y viajamos en primera clase. En una sociedad
basada en la productividad y el consumo, en la que todos corremos 14 horas al
día, detrás de no sabemos exactamente qué, sin sábados ni domingos, sin días
rojos en el calendario, de repente se para todo. Encerrados en casa, días y
días, contando las horas de un tiempo que ha perdido el valor, si acaso este no
se mide en retribución de algún tipo o en dinero. ¿Sabemos qué hacer con él sin
un fin específico?
En
una etapa en la que la crianza de los hijos, forzosamente, se delega a menudo
en otras figuras e instituciones, el virus cierra las escuelas y nos obliga a
encontrar soluciones alternativas, para unir a las madres y los padres con sus
hijos. Nos obliga a volver a ser familia. En una dimensión en la que las
relaciones, la comunicación y la socialización se juegan principalmente en el
«no espacio» de lo virtual, de las redes sociales, dándonos la ilusión de
cercanía, el virus quita la verdadera cercanía, la real: que nadie se toque,
nada de besos, nada de abrazos, a distancia, en la fría ausencia de contacto.
¿Cuánto hemos dado por sentado estos gestos y su significado? En una fase
social en la que pensar en uno mismo se ha convertido en la norma, el virus nos
envía un mensaje claro: la única forma de salir de esta, es la reciprocidad, el
sentido de pertenencia, la comunidad, sentir que se forma parte de algo más
grande que hay que cuidar y que puede cuidar de nosotros. La responsabilidad
compartida, sentir que de tus acciones depende no solo tu suerte, sino la de
todos aquellos que te rodean. Y que tú dependes de ellos. Así que, si dejamos
de hacer esta caza de brujas, de preguntarnos de quién es la culpa o por qué ha
sucedido todo esto, y nos preguntamos qué podemos aprender de esto, creo que
todos tenemos mucho en qué pensar y comprometernos. Porque con el cosmos y sus
leyes, evidentemente, estamos profundamente endeudados. Y nos lo está
explicando el virus a un alto precio.
“En
una fase social en la que pensar en uno mismo se ha convertido en la norma, el
virus nos envía un mensaje claro: la única forma de salir de esta es la
reciprocidad, el sentido de pertenencia, la comunidad”. (Francesca Morelli, psicóloga italiana)
Si te
sientes cansado, solo, angustiado o inquieto, tiéndele tu mano y apóyate en Él.
¡¡¡VAMOS
PLASENCIA!! ¡¡¡VAMOS ESPAÑA!!!