Plasencia. Siglo XVI

Plasencia. Siglo XVI
Luis de Toro, médico e historiador

domingo, 8 de mayo de 2016

“SIGLO XIV EN PLASENCIA: LA BAJA EDAD MEDIA”. (PARTE II)

Siento no haber podido publicar durante el mes pasado pero os remito un pequeño trabajo que espero que leáis con atención y sea de vuestro agrado.
Es mi deseo compartir mis investigaciones y que, al término de este trabajo, hayan adquirido el convencimiento de que aún quedan muchas cosas por desentrañar de nuestra historia, de nuestro pasado, en definitiva, de nuestra ciudad de Plasencia.
Si bien es cierto que los “hechos históricos” son una producción historiográfica en el sentido de que no existen en estado puro sino que son creados por el historiador en su proceso de trabajo, a partir de aquello de lo que las fuentes le informan; Información que, por otra parte, es obtenida a través de la interacción que ambos elementos- historiador y fuente establecen desde sus respectivas posiciones (Bermejo, J.C., 1987, pp.75-104) y en esta reflexión hacerles llegar hoy aunque sea en pinceladas históricas, momentos que quedan reflejados en esta época del siglo XIV, sin duda un siglo difícil en todos los sentidos, económicos, políticos, sociales... y más si cabe, cuando el ideal caballeresco ha cambiado una vez que las grandes conquistas militares han terminado y ahora estos mismos caballeros, miembros de un linaje vuelcan sus ojos a los cargos que hasta ahora habían ocupado las gentes que el “común” elegía en sus respectivas colaciones o parroquias ( San Martín y el Salvador), creando un patriciado urbano a finales de este siglo y contando además con la Instauración por parte del rey castellano Alfonso XI del regimiento(45 de San Esteban) que llevaría a la nobleza placentina a un continuo enfrentamiento de intereses como veremos.
            El siglo comienza para nuestro concejo con unos enfrentamientos por conseguir espacios en donde poder obtener nuevas fuentes de ingresos, nuevos mercados y para ello, tendrían que chocar con una orden militar que controlaba el puente en donde se bifurcaban dos de las más importantes vías de penetración hacia el norte de nuestra región, una hacia el puerto de Jalama ( la Vía Dalmacia) y la otra hacia Honduras (Vía de la Plata), éste era el puente de Alconétar, que en esta fecha de inicios del siglo XIV, estaba bajo la tutela de la Orden del Temple, quienes de su transitada vía obtenían pingüe beneficios, citemos algunos  de los impuestos de montazgos que percibían además de los de portazgos:
1 caballo por cada 5000 que pacían en sus cañadas.
1 maravedí de oro por cada 5000 ovejas.
1 maravedí de oro por cada 50 vacas.
            Indiscutiblemente la rivalidad con la otra orden, la de Alcántara que tenía bajo su control toda la amplia zona oeste de nuestra región, pleiteaba por hacerse con la única encomienda templaria que quedaba tras la toma de Alcántara por parte de ésta y de los concejos de Badajoz, Cáceres y Plasencia. Por este cúmulo de intereses nos veríamos envueltos en unos enfrentamientos directos entre el concejo placentino y los comendadores templarios del puente de Alconétar que tantas muertes ocasionaron, y que el rey Sancho IV tuvo que emitir a finales del siglo XIII un diploma disponiendo el terreno que cada una de las partes había de poseer y los límites que señalaba para quitar contienda entre el concejo placentino y los Templarios de Alconétar.
Esta orden, reclamaba del concejo placentino dos casas que poseía en la ciudad, casas que debían estar situadas cerca de la puerta de Coria al ser esta unas de las zonas de primera construcción y mirando hacia el núcleo más cercano a esta ciudad placentina.
 La investigación histórica estriba en descubrir si esta reivindicación por parte de los templarios eran ciertas y de ser así habríamos de estudiar también hasta qué punto la iglesia de Santa Magdalena puede desentrañar algunas verdades o equivocaciones con respecto a sus peticiones, la hipótesis de trabajo no está en hacer creer que esta iglesia sea o no templaria, sino que necesitamos investigar su construcción, sus paramentos, su bóveda y otros elementos constructivos para clarificar aún más su origen, dadas la peculiaridades que tienen y su antigüedad, piensen que hasta el siglo XVIII esta iglesia ha tenido culto y servicio así como capellán.
Este largo proceso acabará tras la disolución de la orden en 1310 pero el puente y todo su alfoz pasará años más tarde, concretamente el 18 de septiembre de 1327 a la orden de Alcántara.
Con respecto a su disolución del Temple diremos que el Papa Clemente V ordenó a los metropolitanos de Toledo, Sevilla, Santiago y Lisboa que se reuniesen en concilio provincial, aunque más bien fue una reunión, para indagar sobre la conducta de los templarios, con facultad de procesarlos y prenderlos, si se les consideraban culpables, puesto que habían sido acusados ante el pontífice de gravísimos crímenes. En cumplimiento de lo prescrito, el 21 de octubre de 1310 se reunieron en Salamanca el arzobispo de Santiago de Compostela y los obispos de Lisboa, Guarda, Zamora, Ávila, Ciudad Rodrigo, Plasencia (don Domingo) Mondoñedo, de Astorga, de Tuy y de Lugo. En donde compareció el maestre del Temple en los reinos de Castilla y León, Fray Rodrigo Yánez junto con los principales de su orden. Tras una serie de investigaciones la asamblea provincial declaró que no encontraban culpabilidad en ellos y, aunque según la comisión pudieran absolverlos, por la reverencia del superior, remitían al Papa la sentencia. (González Cuesta, F. 2002)
            Sin lugar a duda esta disolución tenía más una finalidad económica y política que social. Al final la gran beneficiada de esta disolución sería sin lugar a duda la orden de Alcántara.
Otra orden de caballería, la de Calatrava, ocuparía una gran parte del alfoz placentino ya mediados el siglo XIII al no contar Plasencia con la suficiente población para poblar la zona comprendida entre Mirabel y Grimaldo, aunque la jurisdicción siguió perteneciendo al concejo placentino.
 En otro orden de cosas diremos que la Edad Media encierra profundas y auténticas raíces de nuestro pueblo, entre las que destacan las aspiraciones de la comunidad ciudadana a participar en la administración de sus bienes, que la nobleza placentina en general, fue una nobleza de segunda fila, es decir, no llegó a ocupar los altos puestos de la nobleza de España; sin embargo, ocupa un puesto destacado en la historia interna de esta ciudad y de esta región, o como otras muchas, que sin ellas, las de linajes más antiguos, no hubieran podido llegar a ocupar el escalafón social que les destaca. Además, nuestros hombres como otros muchos, han contribuido a hacer la historia que pocas veces se escribe y que tanto hizo con su esfuerzo, capacidad de lucha, sacrificio y tenacidad en la historia común de un pueblo como el placentino. Así la ciudad y en sus primeros años en la vida del siglo XIV estaba marcada por la presencia de familias nobles, como los Monroy, los Almaraz, los Paniagua, Loaisas, Stúñigas, Villalobos y Carvajal que formaban el núcleo dirigente tanto del concejo como del cabildo catedralicio. Placentinos y placentinas como Doña Isabel de Almaraz que casó con Fernán Rodríguez de Monroy de quien proceden los condes de Oropesa y los señores de Monroy  y muchos Rodríguez de Salamanca, como los regidores de Plasencia Juan Fernández, Pedro Sánchez de Grimaldo que también recibiría  las Corchuelas y el castillo de Almonfragüe, descendientes importantes de éste son los Bermúdez de Trejo, Fernán Pérez del Monroy, Fernán Pérez del Bote quién recibiría de Fernando IV, el señorío de Belvís, que se convertiría en Mayorazgo en 1329 con Alfonso Fernández de Belvís, Juan Alfonso de Almaraz fundador del mayorazgo de Belvís, Deleitosa, Fresnedoso y Mesas de Ibor, en 1329 debido al casamiento con Teresa Alfonso del Bote, última de esta familia en Plasencia, este don Juan Alfonso de Almaraz se distinguiría al servicio del rey Alfonso XI en el sitio de Algeciras en 1343. Ruy Gómez, Durán Martínez, uno de ellos, concretamente Juan Fernández y Miguel Sánchez en el año de 1339 fueron a las cortes que convocó el Rey D. Alfonso XI en Madrigal. Así mismo, un miembro de la familia Villalobos de Plasencia fue coadjutor en 1342 de don Fabrique comendador mayor de León este fue Don Fernán Rodríguez de Villalobos. (Archivo Histórico catedralicio de Plasencia, legajo 98, ext. 38)
            No podemos pasar por alto algunos de los más ilustres placentinos y que tanto hicieron por esta ciudad en sus primeros siglos de vida, citaremos aunque sea de pasada a D. Nuño Pérez de Monroy, abad de Santander, Arcediano de Trujillo y de Campos, que llegó a ser Canciller de la reina doña María de Molina, esposa de Sancho IV y regente durante las minorías de su hijo Fernando IV, el abad de Santander salvaría la vida al infante, por lo cual recibiría la aldea de Valverde, señorío al que se unen Madrigal, Tableruela, Viandar y Jarandilla, consejero también de Alfonso XI. Destaca asimismo su hermano don Fernán Pérez del que ya hemos dado constancia y al que el rey Fernando IV en 1309 le da el privilegio de poblar con cien vecinos el cortijo de Monroy, está enterrado en San Nicolás en 1351. D. Diego González de Carvajal, según podemos leer de los legajos 98, extensión 23 página 41 y legajo 98 extensión 31 página 9 del Archivo Histórico Catedralicio de Plasencia dice así: “Diego González de Carvaxal vecino de la ziudad de Plasenzia casó en dicha ziudad con doña Sevilla López de Villalobos hixa de Garzí López de Villalobos, quien fue al primer caballero de este apellido que izo asiento en Plasenzia se entiende de los de esta línea y el Villalobos tiene los señoríos de la casa de Grimaldo, porque otros Villalobos ai que unos y otros son muy grandes caballeros vinieron a esta ziudad de Plasencia mucho tiempo antes que Garzi López el cual vino a esta ciudad por tutor de Fernán Rodríguez de Villalobos comendador que fue de fuentidueñas en la orden de calatrava y después maestre de Alcántara”. Este don Diego González de Carvajal fue alcalde en 1392 y miembro del concejo placentino formando de esta manera parte de los doce caballeros del concejo (legajo 98, ext. 38 y 39)
            Al estudiar esta nobleza extremeña y en concreto la correspondiente a la alta Extremadura, lo primero que descubres es la de estar fuertemente jerarquizada, entremezclada en una red social, cuyos miembros están unidos por la sangre, por ser clientes, por tradición familiar y con un objetivo claro, no siempre cumplido, como es la unidad. Así podemos contemplarlo en los cientos de blasones heráldicos de nuestra ciudad que da la impronta de haber marchado hechos importantes.
            Así aparecería en las fuentes castellanas el término “linaje” refiriéndose a amplias agrupaciones de unidades familiares (bandas – linajes locales) ( J. Mª Monsalvo, 1988, p. 167). Esta unidad tiene un claro objetivo el hacerse con los órganos de poder, tanto civiles como eclesiásticos y no sólo en copar puestos de relevancia política y social, sino también económica a través de mecanismos para que se produjese un concentración patrimonial que garantizase la permanencia de la familia en el nivel aristocrático ( M. Ladero Quesada, las ciudades de la corona de Castilla en la Baja Edad Media (siglos XII al XV. Madrid 1996, p. 36). Así la nobleza no tuvo ningún reparo en ir acomodando a sus hijos en cabildos y monasterios, como tampoco tuvo inconveniente en adjudicar una o más parroquias a sus hijos, valiéndose del derecho de patronato ( Wilchelm Neuss. 1961. p. 435 y SS.)
            Por consiguiente la única posibilidad de sobrevivir en consideración social era el poseer y mantener la influencia sobre el órgano municipal concejil y cabildo catedralicio, para ello y en una maltrecha economía motivada por las malas cosechas, hambrunas, epidemias y guerras de este siglo XIV era el formar bandos o linajes así aparecerían en nuestra ciudad en esta centuria y posteriores los Monroy- Almaraz, Carvajales – Girón, Quijada – Almaraz, Vargas- Carvajal, Trejo – Nieto, Loaisas – Yangüas,  etc.
            Al término de este siglo muchas de las familias de la alta nobleza o “nobleza vieja” quedarían extinguidas y otras muy pocas se incluirían en la nueva nobleza “trastámara”, familias desaparecidas: Aguilar, Haro, Castro, Lara entre otras treinta, esta última por extinción biológica. Las causas entre otras muchas: la paralización de la reconquista que hizo desaparecer perspectivas de enriquecimiento, el que todavía no estuviese presente la práctica del mayorazgo, las consecuencias de las crisis económicas y las pestes de este siglo, los estragos de algunas campañas sangrientas como las de Alfonso XI y posteriormente Pedro I, las persecuciones de este monarca que ocasionaron la desaparición de linajes enteros como los Haro, Meneses y Lara y también el exilio de familias petristas tras el advenimiento de Enrique II ( M.C. p.180).
ESTRUCTURA DE LA POBLACIÓN.
            La iglesia no fue indiferente a la situación social, económica y política de este siglo. Ésta ocupó un puesto repoblador en la región extremeña conjuntamente con los señoríos de las Ordenes Militares y los respectivos concejos extremeños.
            A ella también le movió el móvil económico y político en un afán de conseguir patrimonio territorial y urbano sobre todo en el tiempo de las grandes conquistas peninsulares y una vez alcanzados sus objetivos, el cabildo, se convertiría en una entidad jurídica distinta de la curia episcopal. Se especializará y se desvinculará del resto de los laicos. Ellos se distribuirán los puestos de preponderancia social y económica dentro de la diócesis placentina, muchas veces, distante de su verdadero sentido espiritual.
            Cargos que percibían una remuneración por sus funciones, el obispo que a su vez nombraba a los arcedianos: Plasencia - Béjar, Medellín, Trujillo, etc., el deán o chanter que ya se había consolidado en este siglo y cuya función era organizar el coro canonical, repartir responsabilidades oficiales del cabildo y canciller de los documentos oficiales del cabildo, éstos dos puestos eran designados por los canónigos. Las disputas entre el primero y estos segundos serían a lo largo de la historia de nuestra ciudad manifiestas, como así se recogen en los libros de actas capitulares. El tesorero formaba parte de estas dignidades como así se denominaban. En un escalafón inferior estarían los racioneros y canónigos.
            En cuanto a la población civil tendríamos que comenzar por la formación del concejo placentino que estaría formado por:
2 alcaldes, 1 juez, 2 alguaciles, 2 mayordomos, 1 pregonero, 2 escribanos, todos estos cargos eran elegibles por las colaciones o parroquias de nuestra ciudad mientras el concejo fue abierto, aspecto este que duraría poco dado el objetivo primordial de la monarquía que era incrementar su control y convertirse en una monarquía autoritaria y para lograrlo entre otras cosas nombraría la figura primero de los regidores y posteriormente de los corregidores. Así y desde 1346 el rey Alfonso XI, además de los cargos enunciados nombraría 12 regidores entre caballeros y escuderos de la ciudad y que estaba al cargo de los asuntos de la hacienda real, percibiendo por ello, no sólo reconocimiento real sino un número considerable de rentas no sólo en tierras sino también en numerario. Así en el siglo XV su sueldo era de 3.000 maravedíes anuales y como les parecía poco los viernes cuando se reunían en el concejo placentino se repartían 300 maravedíes de la renta de la ciudad.
            Estas dignidades civiles y religiosas ocupaban el escalafón más alto de nuestra ciudad, por debajo de ellos estaban un gran número de vecinos distribuidos en oficios y por calles, buena prueba tenemos en las nomenclaturas de calle de nuestra ciudad que indican una gran cantidad de oficio y menesteres, también existía una población flotante de transeúntes o forasteros que se les llamaba francos, así como un número indeterminado de judíos y moriscos que fue fluctuando sobre todo estos últimos a medida de las circunstancias políticas. Así podemos observamos como existía un elevado número de ellos en Plasencia cuando esta ciudad pasó a ser de señorío bajo los Zúñigas, mientras que los primeros no fueron nunca muy elevados en número, pero si ocupaban puestos de gran responsabilidad como contadores, prestamistas, galenos etc.
            Pero siempre estas comunidades judías y mudéjares se constituyen en propiedades privadas del rey, por eso, éste protege a estas minorías y a cambio percibe impuestos (pechas y servicios). Además, eran minorías no exentas de peligro como se demuestra en el concilio de Vienen de 1311 y mantenidas sus tesis en el concilio de Zamora de 1312 en donde se afirma que la presencia judía era un peligro muy grave para la convivencia cristiana, debido a las tensiones internas dentro de las aljamas. Aparecerá también el odio de los cristianos hacia los judíos ya que en ellos confluye un tipo de doctrina que los historiadores denominan como un “máximo religiosa” consistente en afirmar que la confesión de una comunidad es obligatoria para todos los miembros.
            Por ello no era de extrañar que en esta época de crisis institucional y social los enfrentamientos entre judíos y cristianos se esgrimen únicamente en principios religiosos y más cuando Pedro I admite en su corte a judíos relevantes a pesar de la hostilidad del pueblo mostrando este monarca de esta forma su idea centralizadora y personalista.
El año 1391 ve desatarse las crueles e injustas matanzas que asolan las juderías de Castilla, Cataluña y Valencia, en las que perecen miles de judíos. La presión antijudía se concreta con violencia en el siglo XV y se obliga a los judíos a llevar distintivos en la ropa. Las predicaciones de san Vicente Ferrer, la disputa de Tortosa entre judíos y cristianos y la Bula de Benedicto XIII, el Papa Luna, contra los judíos, aceleran la destrucción del judaísmo español. Las predicaciones del arcediano de Écija, Ferrán Martínez, fanatizan a las turbas que asaltan las juderías y dan muerte a miles de judíos.
Lo ocurrido, al decir de López de Ayala, “fue cobdicia de robar, segund paresció, mas que devoción”.
            El cómo afectó estos sucesos históricos a nuestra ciudad al no poseer muchos documentos escritos es difícil de calibrarlo, pero si podemos aventurar una hipótesis de trabajo consistente en averiguar si esta pudiese ser cierta, en primer lugar, no nos cabe la menor duda que la llegada a Plasencia de los judíos ser realiza ya desde sus inicios como urbe al venir acompañando a nuestro fundador el rey de Castilla D. Alfonso VIII, siendo su médico personal de esta comunidad. Segundo que su instalación en la parte izquierda de la llamada primera fortaleza la “Mota” sobre lo que hoy es San Vicente Ferrer, tampoco nos cabe la menor duda ocupando la calle Ancha, desde la puerta Trujillo hasta la de Coria y tercero lo que conlleva a nuestra hipótesis de trabajo es que podemos apreciar una ubicación distinta ya en los inicios del siglo XV, esta se refiere a la zona comprendida entre el cañón del Marqués y la puerta Berrozana, ocupando la totalidad de la calle Zapatería y plazuela de Ansano en donde estaría la sinagoga, documentos que confirman estas circunstancias y que dan a conocer  compras de inmuebles e indicaciones de oficios como se pueden leer en algunos de los documentos históricos encontrados en el Archivo Catedralicio Placentino, ¿Este cambio de ubicación se produjo tras el levantamiento en contra de esta comunidad hebraica?, lo que sí es cierto es que su último lugar de habitación estuvo fuera de las murallas en el lugar conocido como el “Berrocalillo”, ya en tiempos de los Reyes Católicos.
            Por ultimo otro de los temas en investigación por mi parte es algo que se venía hablando en diversos foros de investigadores sobre la esclavitud en Castilla durante la Edad Media, tema este que Plasencia no está exenta ya que he podido cotejar la existencia de esclavos en nuestra ciudad, como se documenta en el testamento de doña Sevilla López de Carvajal (que aquí presentamos) y que ocuparon el último puesto de la sociedad.


Texto extraído del Archivo Histórico Provincial de Cáceres.
            El cambio de dinastía que se produjo tras la muerte de Pedro I en Montiel el año de 1367 por mandato de su hermano Enrique II el de las Mercedes, ocasionó levantamientos, motines, luchas y muertes en nuestra ciudad voy a referir estos hechos de nuestra ciudad tal y como se transcriben del legajo 98, extensión 38 del archivo histórico catedralicio de nuestra ciudad, dice así:
“Estando los poderosos en Malpartida vinieron a consejo, cerraron las puertas y no dejaron más que dos abiertas la de Talavera y la de Berrozana, envió el condestable Juan Fernández de Roa y otros alcaldes y no los quisieron recibir y rondaban la ciudad decía y decían era para el servicio del rey no salía ni entraba sino es quien quisiera ni abrían las branzas hasta las 9 y cobraban a las puertas tributos. Dieron licencia a Gutierre González para derribar sus casas en la calle del Rey, para llevar la madera a Grimaldo. Arrendó las barcas de Albalat a Fernán Rodríguez que debiendo llevar a dos blancas ( equivalen a ½ maravedí) llevaba a dos o tres maravedíes y todas las guardas y términos eran suyos y por esto se adelantaron en Almaraz, Bote Belvis, Maríabuena, berzocana y otra heredad de Tello Díaz de Vega, siendo estos lugares términos de la ciudad y saquearon las casas y palacios de García de Toledo señor de Oropesa eran los que esto hicieron Diego Gómez de Almaraz, Gutierre González de Trejo, Fernán Rodríguez de Monroy, Tello Días de Vega, Ruy Pérez de Villalobos y Diego González de Carvajal. Cuando hacían regimiento en San Esteban llevaban hombres armados para que no les contradijeran, pero ellos contradecían el poder de los alcaldes. El bachiller Hernán Núñez procurados del común y tierra y López Ortiz y Gil Fernández, regidores.

Quisieron matar a López Ortiz regidor y mataron sobre seguro a Gonzalo Núñez de Villalobos, caballero hermano del bachiller Hernán Núñez a su puerta más de 23 armados y entre ellos Gonzalo hijo mayor de Gutierre González de Trejo que se entendió en el caso. Pidieron aquella noche a las 12 las llaves a Juan Fernández de Medina, alcalde de la puerta Berrozana para echar fuera los delincuentes y a sus hijos del alcalde y al fin las dio, enajenaron a Burguillos y Escurial, términos de la ciudad, tomaron de casa de Jerónimo Fernández escribano 28 firmas del alcalde Pedro Sánchez juez del rey sobre término y todos los papeles y después de muchos días de hurtos los pusieron en su casa de Blasco Fernández de Madrigal. Hacían rondar a los caballeros no habiendo guerras con Portugal y mandaban a los labradores en contra de las ordenanzas y descerrajaban las arcas del Concejo y tomaron los sellos y tablas y Alonso Fernández Paniagua porque no rondó una noche le tomaron por prenda una daga y a la mujer de Juan Alfonso de Trujillo la hicieron velar una noche en una torre junto al Salvador por estar ausente su marido y a un Álvarez de Toledo le tuvieron encerrado en la torre más de seis años hasta que murió. Repartían la tercera parte de los propios a los caballeros que eran sus amigos, aunque no hubiesen hecho alarde ni tuviesen tan buenos caballeros como ellos. Ponían a personas que cogiesen los pechos no naturales que sabían a quiénes eran hidalgos y quienes pecheros o escusados. Alves Martínez yerno de Juan Fernández de Cabreros dieron licencia para derribar las casas de Hernández Álvarez de Toledo y de sus herederos en la calle del Rey”.
Aquí termina el coronista, como así se les llamaba entonces a los cronistas de la época, no sabemos ni el cómo ni el porqué de no continuar, pero si nos muestra una parte importantes de nuestra historia local, no ajena a los avatares de Castilla.

2 comentarios:

  1. Me parece una entrada muy buena, ofrece muchos datos interesantes sobre la historia de Plasencia y me ha aclarado bastantes aspectos de la época. Al igual que de otros documentos que se citan, ¿sería posible ver incluidas en el artículo las imágenes digitales de los legajos 98, extensión 23 página 41, y legajo 98, extensión 31 página 9, del Archivo Histórico Catedralicio de Plasencia sobre el matrimonio de Diego González de Carvajal y Sevilla López de Villalobos? Si me las pudiera enviar, le estaría muy agradecido. Un saludo muy cordial.
    Jorge Mangas Peña

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  2. Estimado señor mi nombre es Juan José García y le escribo desde Málaga en relación a unos estudios que venimos realizando sobre el malagueño Ruy López de Villalobos y su posible vínculo con los López de Villalobos de Plasencia. Primeramente quisiera felicitarle y a la vez agradecerle por tan interesante blog y por poner sus conocimientos al alcance de los demás.
    Al leer su artículo y tras investigar sobre los López de Villalobos le reconozco que no encontré nada sobre Garci López de Villalobos, padre de Sevilla y hermano de otro Ruy López de Villalobos que es comendador de Santiago en el hospital de Toledo, no es el malagueño. De este Ruy de Toledo si tengo información pero de Garci apenas. Por un casual ¿se habrá encontrado usted en sus investigaciones alguna referencia al nombre de su esposa y al de algún otro hijo? De no saber usted ¿sabría usted allí en Plasencia a que lugar podríamos dirigirnos para intentar averiguarlo? Creo que mi correo le aparecerá, sería un placer poder hablar con usted sobre todo esto que le expongo. Un millón de gracias. Saludos.

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